de Mara Yanina Martinez, el Martes, 24 de agosto de 2010 a las 14:24 (nota en Facebook)
algo a lo que aspirar, algo de teoría sobre la práctica menos teorizable de todas, algo precaria, algo inevitable.
Para poder escribir, el hombre debe tener la habilidad de inventar, en secreto y con astucia, la más inverosímil de las situaciones, y convertirla, por la palabra, en realidad.
El amor más inasequible, el asesinato más irrealizable, el culto más impracticable, el escenario más quimérico, el sacrificio más inútil, la más absurda de las maquinaciones, el más exquisito de los desperdicios,el más inalcanzable de los ideales. Los personajes más imposible, retorcidos, y prodigiosamente ordinarios, la más trágica de las comedias, la más paródica de las catástrofes, el más utópico de los mundos. Todos en papel y tinta, engañando al más sagaz de los lectores, sumergiéndolo en una ficticia verdad, una realidad ingeniosamente fraguada en la mente del que porta la pluma y es dueño del pergamino, una historia tan cuidadosamente fabricada que ni el ojo más ojo, ni la mente más mente, podría llegar a vislumbrar los engaños y las farsas, que entre palabra y palabra, estafan al infeliz destinatario de tal artimaña, de tal fraude, de tal jugarreta entre páginas, de tal falsedad disfrazada de crónica, de tal fabulosa emboscada urdida para complacer hasta al más exigente con el más maravilloso chasco, la más legendaria calumnia.
Para poder escribir, el hombre debe tener la habilidad de inventar y engañar al contar verdades, gestando secretos concebidos para que los sepa todo el mundo, escribiendo con la astucia de inculcar en cada mente, la más influenciable y la más rebelde, una idea con forma de otra, para que aquellas absurdas sean remplazadas a zancadillas,y aun discretamente, por estas, nacidas del saber mayor, nacidas de la cultura, nacidas del pensamiento, creando la ficticia situación de lo cierto, la imposible ilusión de lo posible, la esperanza de lo fantástico, la trampa de lo real.
Inspirado en las sabias palabras que una vez compartió Eva en aquella lejana reunión en el café de Fray Mocho: esos son escritores, nosotros sólo podemos jugar a escribir.
martes, 24 de agosto de 2010
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